A 200 metros de semifinales

Doha, 8 dic (EFE).- Prácticamente 200 metros separan a Países Bajos y a Argentina en Catar aunque la realidad geográfica apunta que la distancia entre ambos países va más allá de los doce mil kilómetros. Pero en Doha, son esos dos hectómetros lo que les ha mantenido separados durante los veintiún días que van de Mundial.

El jugador de la selección argentina Ángel Di María participa en un entrenamiento del equipo en la Universidad de Catar, en Doha. EFE/Juan Ignacio Roncoroni
photo_camera El jugador de la selección argentina Ángel Di María participa en un entrenamiento del equipo en la Universidad de Catar, en Doha. EFE/Juan Ignacio Roncoroni

Doha, 8 dic (EFE).- Prácticamente 200 metros separan a Países Bajos y a Argentina en Catar aunque la realidad geográfica apunta que la distancia entre ambos países va más allá de los doce mil kilómetros. Pero en Doha, son esos dos hectómetros lo que les ha mantenido separados durante los veintiún días que van de Mundial.

Es ese el escaso trecho que separa el cuartel general de la albiceleste de la casa del plantel oranje, fijado desde el principio en la Universidad de Catar.

Una calle, ancha, llamada 'Ruta Alternativa', una rotonda. Es el espacio que marca cada territorio. 500 metros de puerta. Seis minutos a pie en línea recta. Argentina, en el campo universitario número 3; Países Bajos, en el número 6. España también estaba cerca, en el número 1. Pero cerró sus puertas ya, nada más ser eliminada del Mundial por Marruecos.

Han compartido sede, alojamiento, Argentina y Países Bajos, cada uno en su lugar, en campos distintos, en horarios habitualmente diferentes, sin coincidencias.

Uno y otro, que confluyen ahora en el torneo, en los cuartos de final del Mundial, con la semifinal a tiro, eligieron la Universidad de Catar como sede. Un área plagado de tranquilidad, del sosiego necesario para desarrollar con comodidad la preparación para el campeonato del Mundo al que ambas aspiran.

A veinte minutos en vehículo está la institución educativa pública, levantada en Doha hace medio siglo y ubicada en el norte de la capital, del estadio Lusail, donde el viernes habrá un cara a cara decisivo entre europeos y sudamericanos.

Cada expedición escogió en su día un complejo distinto. Cada uno con noventa habitaciones, un par de canchas de fútbol y, entre ambas, un estadio con capacidad para 10.000 espectadores.

Se alojan los futbolistas en la parte residencial, donde los estudiantes fijan su domicilio durante el curso. Ha sido ahí, en este escenario con una extensión de 25.000 metros cuadrados donde disfrutan de su experiencia en Oriente.

Vecinos y ahora rivales y cada uno con su estrategia, sus costumbres y sus maneras distintas establecidas por el hábito que marcan sus respectivas culturas que convergen en la tarde del viernes con la pelota en el suelo y las semifinales en juego.

El viernes por la tarde, horas después de la comida, la Universidad de Catar guardará silencio. El ruido estará en Lusail, escenario del nuevo cara a cara entre neerlandeses y argentinos. Solo uno volverá con éxito y alargará su estancia en Doha. El otro, el perdedor, regresará a esta zona estratégica de la ciudad, próxima al centro, para recoger sus cosas y poner rumbo a casa.

Para unos, la Universidad, también sin España, continuará la rutina, el mismo lugar de trabajo. Los otros atravesarán los veinte kilómetros que le separa del Aeropuerto Internacional para partir rumbo a casa y alargar y ensanchar hacia miles de kilómetros la distancia entre Países Bajos y Argentina, que en Catar apenas ha sido de 200 metros.

Santiago Aparicio